La formación de Guillermo Deisler no fue muy diferente de la de muchos jóvenes artistas quienes, hacia 1960, estaban emergiendo en la escena del arte latinoamericano, marcados a fuego por el hecho político-social más importante en la historia de nuestros países, luego de las luchas por la independencia del siglo pasado. La revolución cubana fue el punto de partida de casi toda nuestra generación y nos guió e impulsó en la lucha por borrar las diferencias sociales en pro de una sociedad justa y solidaria.
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Ya, hacia 1967, intercambiábamos nuestras publicaciones. Deisler me enviaba sus Ediciones Mimbre y, desde Montevideo, le enviaba "Los Huevos del Plata". Más tarde, iría "OVUM 10". El circuito se completaba, por estos lares, con las revistas "Diagonal Cero" y "Hexágono" del poeta argentino Edgardo Antonio Vigo: "Processo" y "Ponto" de los procesistas brasileños liderados por Wlademir Días-Pino; "La Pata de Palo" editada en Venezuela por el ya fallecido Dámaso Ogaz y la cubanísima "Signos" que coordinaba Samuel Feijóo desde Santa Clara de Cuba. Todas eran revistas de poesía experimental o de "poesía nueva", tal como la llamábamos en aquellos días.
En aquella época, a fines de los 60s, el centro de nuestra actividad artística era el cuestionamiento de los lenguajes, sobre todo, del lenguaje verbal. Le atribuíamos la desgraciada función de afianzar el régimen cubriendo con un velo las lacras y malformaciones sociales que provocaba el sistema económico vigente. Pensábamos que, a través de su prístina función de representación de la realidad, ejercía, sobre la verdad, una deformación que se ajustaba como un guante a las necesidades de legitimización del sistema, es decir, se había convertido, no en un instrumento de comunicación sino en un instrumento de sujeción del pueblo, al servicio de los sectores sociales que se beneficiaban con tal situación. La verdad ya no era más el concepto adecuado a la realidad sino que dependía de "la elegancia en la expresión" o en "la autoridad y poder de quien hablaba". Fue, justamente, a esa actividad de denuncia y de desmitificación del lenguaje verbal a quien debemos volcarnos a la poesía experimental y sobre todo, a la poesía visual.
Las primeras manifestaciones aparecen en las publicaciones citadas y, en particular, en las exposiciones de la "Nueva Poesía" que, primero en La Plata, Argentina (1968) y, al año siguiente en Montevideo, Uruguay, difundieron estas tendencias revulsivas. De 1971 es la Antología de Poesía Experimental que con el nombre de "Poesía Visiva" editaba Deisler en sus Ediciones Mimbre. También, por aquellos años, nos volcamos al incipiente circuito del arte correo que, desde hacía poco, había sido creado por Ray Johnson y el Movimiento Fluxus. Sobre todo a Guillermo, ya exiliado en Bulgaria, esta actividad le resultó de capital importancia, para mantenerse al tanto de todo lo que ocurría y de los movimientos artísticos que se iban generando.
Oigamos al propio Deisler: "Para los latinoamericanos, y ya somos unos cuantos los creadores que, voluntariamente o impulsdos por circunstancias políticas, se ven obligados al exilio, el arte por correo se transforma en el paliativo que neutraliza esta situación de "ciudadanos fallecidos", como ha dado por llamar el escritor paraguayo Augusto Roa Bastos a esta masiva emigración de trabajadores de la cultura del continente sudamericano".
Con esos soportes artísticos, la gráfica, la poesía visual, el arte correo y, más tarde, la escenografía, supo desarrollar y expandir su excepcional técnica de grabador, por la que fue considerado uno de los mejores del mundo.
También se le recordará por su labor editorial. No sólo por la excelencia de sus ediciones "hechas a mano", sobre todo en su etapa chilena, vía Ediciones Mimbre, sino, además, por su revista "UNI/vers", con 35 números realizados bajo el signo de la cooperación e interacción artística que nucleó a cientos de creadores internacionales de la más variada técnica y formación.
La singular situación vivida por Guillermo Deisler lo ubica como el fruto y encuentro de múltiples culturas: la de sus ancestros familiares: la alemana; luego la chilena, la mezcla de culturas autóctonas y las culturas conquistadoras; los indios araucanos, los mapuches, los criollos, etc; después el encuentro con las milenarias culturas greco-latinas en su exilio búlgaro y, finalmente, de vuelta a la cultura de sus "abuelos", la germana.
Oigamos nuevamente a Deisler: "Como una postura natural se desarrolló en mi trabajo, quizás por las mismas experiencias personales, un sentido de integración de muchas culturas o rasgos culturales en mi obra, como también observar los hechos como la interacción de una infinidad de factores. Como se habían mezclado en mí mismo las tan diametralmente opuestas culturas de mis antepasados pero, a lo mejor, complementarias: unas en la aceptación del elemento extranjero y la otra en la rápida asimilación que ante la ausencia de presiones y tensiones se manifiestan en una convivencia que le da el carácter a nuestra no identidad".
En Deisler se concentran y se expanden todas esas culturas generando un ser multifacético y universal, el prototipo de "networker" en el cual conviven todas esas expresiones en una suerte de pluriculturalidad individual, pese a la aparente contradicción.
¿Se trata, acaso, del artista en la "aldea global"? ¿Expresión precoz de la descomposición de las culturas locales o de su "hibridización" con las culturas metropolitanas (al decir del sociólogo García-Canclini)?
La obra de Guillermo Deisler marca esa brutal oposición: asistimos a la globalización de la cultura de los países del primer mundo. Esto determinará la desaparición de las viejas y/o alejadas culturas del resto del mundo que no están preparadas para defenderse ni enfrentar la extensión indetenible de los medios de comunicación masivos. Precisamente, bajo la piedra de la incuestionable reivindicación de un lenguaje universal y la comunión irrestricta con todos y con todo - principio irrenunciable del network -, se esconde el cangrejo que fagocitará a todas aquellas comunidades, indefensas y frágiles frente a los satélites, modems y computadoras, que no puedan integrarse, a partir de sí mismas, al "international style".
Al capitalismo post-industrial poco le interesa conservar algún matiz en la sonoridad de una vocal posterior, por ejemplo, o el área de significación que pueda asumir una voz local; lo único que lo conmueve son las ventas de sus productos. En dar testimonio de aquello que va a desaparecer parece aplicarse la obra de Guillermo Deisler (incluyendo la manualidad de su técnica preferida: el grabado); no sólo las imágenes y sentidos de su tierra natal, Chile, sino, también, las clásicas y milenarias de la vieja Europa, sustituidas por los modelos de Benneton paseándose por algúna Disneylandia, con sus Robert Lewis, comiéndose una hamburguesa McDonald y bebiendo una Coke bien helada. ¡Ay, de los vencidos! |
text by Clemente Padin - translated by Gioconda Moreno - visual poetry by Guillermo Deisler - published first by Hans Braumüller in "A tribute to Guillermo Deisler" portfolio - Germany 1996.